15.6.14

Lenguas minorizadas en busca de la normalidad

Siempre me han fascinado los idiomas. Antes de empezar en el colegio ya le pedía a mi madre que me enseñara francés, a pesar de que no era nada fácil porque apenas sabía francés ella, pero le supliqué que me dijera lo poco que había aprendido en la escuela. Luego me compró mi primer libro para aprender alemán. Lo estudié como loco y cuando lo terminé, anuncié que ahora quería aprender ruso. Para cuando tenía doce años y nos mudamos de Inglaterra a Estados Unidos, ya había acumulado una pequeña biblioteca propia de libros de idiomas.


Si analizo ahora, unos 50 años más tarde, lo que recuerdo del estado de mi mente en aquella tierna edad, estoy bastante seguro de que, aunque sea inconscientemente, había en mi cabeza una clasificación de las lenguas en tres grandes grupos, que serían: (1) las lenguas que se pueden aprender con un poco de esfuerzo, (2) las lenguas que eran más "difíciles" y costaba más aprender pero aún era posible, y (3) las lenguas muy, muy difíciles que casi no había modo de aprender. Pero me doy perfecta cuenta de que en realidad esta clasificación mía tenía menos que ver con la naturaleza intrínseca de cada lengua que de si, donde yo vivía, era posible conseguir libros con los que aprenderlas. (Entonces existían los libros y poco más, todavía no habíamos soñado con el internet que iba a transformar todo el tema de la disponibilidad del saber.) También había una distribución geográfica correlacionada con esta disponibilida y, por lo tanto, con la "facilidad" o "dificultad" de las lenguas (o así me parecía): en general, pues, teníamos (1) las lenguas europeas: "fáciles", (2) algunas lenguas más exóticas, como el árabe, el chino o el japonés: cuestan más, y (3) todas las demás lenguas del mundo: casi imposibles. Y en un sentido práctico, así era, ya que era casi imposible (para mí, en un pueblo del norte de Inglaterra, en 1965, con diez años) conseguir un libro para aprender, por ejemplo, el yoruba, el hawai'iano, el quechua o el navajo. Y por lo tanto, alrededor de estas lenguas "inalcanzables" no había más que misterio, y cuanto más misterio había, más curiosidad sentía, pero no siempre tenemos esperanza de satisfacer nuestra curiosidad. También tenía curiosidad por cómo sería el planeta Venus pero no por eso hice planes para visitarlo. Hay cosas que no se pueden hacer, y yo dudaba si algún día podría llegar a aprender una lengua indígena de América.

Lo que he dicho antes de la distribución geográfica de lenguas "alcanzables" e "inalcanzables" no es del todo cierto. Había, para mí en 1965, algunas lenguas inalcanzables en Europa, o incluso, casi, en la propia isla de Gran Bretaña donde nací. Sabía que se hablaba otra lengua, el galés, a pocos kilómetros de donde vivía porque la había oído cuando fuimos ahí de vacaciones pero no había descubierto, todavía, ningún libro para aprenderlo lo cual lo colocaba en la categoria de "imposible y misterioso". Más tarde, logré remediar ese problema particular y "conquisté" el galés, de manera pacífica y no agresiva, por supuesto. Pero había desafíos incluso más difíciles, lenguas en Europa cuyos secretos parecía que nunca podría penetrar. Por ejemplo, el vasco.


El vasco o euskera (euskara en la propia lengua, al menos en la forma estandarizada) es una lengua no-indoeuropea que se ha hablado durante miles de años y (casi milagrosamente, segun algunos) sigue hablándose hasta el día de hoy, no en África, Asia, Oceanía o América, sino en una región que forma parte de los Estados español y francés. Se decía que era una lengua imposible de aprender, si no habías nacido hablándola (como vasco euskaldun o vascoparlante). Era demasiado difícil. Esto me recuerda un poco mi primera clasificación intuitiva de lenguas en fáciles, difíciles e imposibles, y sospecho que el principio era el mismo, porque antes no había libros para aprender euskera. ¿No había libros porque era imposible aprenderlo, o era imposible aprenderlo porque no había libros? No sé, o bueno, creo que sí sé la respuesta. Luego en 1729 fue publicado un libro que era una especie de esbozo gramatical cuyo objetivo era, precisamente, demostrar que sí se puede aprender como otra lengua, al que su autor, un sacerdote llamado Manuel Larramendi, le puso por título, creo que con un poco de ironía, nada más que El imposible vencido: Arte de la lengua vascongada. Y con eso, se puso el euskera en el mapa como lengua que se puede describir, analizar, enseñar y aprender como cualquier otra, y poco a poco se fue difuminando el mito de su supuesta "imposibilidad", aunque tardó unos dos siglos y medio más en desaparecer del todo dicha creencia.

Ahora bien, me parece a mí que cuando se habla de las lenguas en estos términos de "muy difíciles" algunas o incluso dizque "imposibles", por encima de la dimensión práctica a la que hasta ahora vengo aludiendo, ocurre algo más y no es una mera cuestión técnica o didáctica la que está en juego en realidad sino toda una postura ideológica muy amplia. En nuestra experiencia inmediata, es evidente que hay algunas lenguas que sí se pueden aprender, empezando con nuestra lengua propia, y si se trata de una lengua que la gente aprende de adulto (una lengua como el inglés o el español, no tanto como el galés, el euskera y el náhuat), hemos visto cómo extranjeros han conseguido aprenderlo (con más o menos éxito o grado de perfección) y sabemos que no es imposible de aprender. Tal vez nosotros también hemos aprendido alguna que otra lengua además de la materna y hemos comprobado que se puede. Entonces, en términos filosóficos, ¿qué puede significar que alguien afirme que tal o cual lengua (más "exótica") no se puede aprender o que es muy, muy difícil? Implica que de alguna manera hay diferentes clases de lenguas. Y como lo nuestro es lo que solemos considerar normal, esto viene a decir que aquellas lenguas difíciles o imposibles deben de ser lenguas "especiales", con alguna cualidad que las diferencia de las lenguas "normales". Así pues, el inglés, el español y el alemán son lenguas normales, el náhuat, el euskera y el galés son lenguas especiales. Sabemos que se pueden aprender las lenguas normales, incluso de adultos, pero podemos tener alguna duda, en cambio, sobre si lo mismo es aplicable a las lenguas "raras" o especiales. Creo que he explicado por qué, objetivamente, esa distinción es falsa. Pero ahora lo que me interesa no es lo objetivo, sino lo ideológico: el hecho de que se mentalice una diferenciación así, y qué es lo que significa o implica.

Según mi experiencia, sí existe una tendencia a tratar a algunas de estas lenguas como si fueran especiales, no como cualquier otro idioma, y no sólo de parte de los hablantes de las lenguas supuestamente más normales sino de los propios hablantes de la lenguas interesadas también. Cuando salgo por ahí y me conoce alguien nuevo, sigue siendo común que si se trata de un hablante de euskera se extrañe terriblemente al descubrir que soy de otro país y hablo bien su idioma, como si eso no fuera concebible, si bien sospecho que se vería de lo más natural si se tratara de una lengua de las dizque normales, sobre todo teniendo en cuenta que llevo más de la mitad de mi vida, y más de 30 años, viviendo en un pueblo donde se habla esa lengua a mi alrededor todos los días. Su reacción siempre es de gran admiración y satisfacción. Eso último lo tengo que decir, porque también noto que cuando personas que viven aquí como yo, y tal vez hayan nacido aquí, pero no hablan euskera por la razón que sea, se enteran de la misma cosa siento que es un poco más ambivalente su reacción: "qué interesante", "qué curioso", pero luego, "debes de ser alguien especial" (porque yo llevo toda mi vida aquí y no he sido capaz de aprenderlo), "¿¿como lo hiciste??" (debes de tener algún secreto, porque yo no lo conseguí), "¿cuántos años tardaste?" (seguro que muchos, porque yo en veinte años no he aprendido ni mierda), etc. etc. A lo que típicamente contesto, no porque soy un hijo de puta sino porque es la simple verdad y si suena a impertinencia es su problema: "No, es que me parece completamente normal si vivo en un pueblo que sepa hablar su idioma."

Pero estas constataciones, aunque importantes, son fáciles. Quiero indagar en otros aspectos de esto ahora. Veamos: el euskera ha estado en una situación difícil durante largos siglos de pérdida, marginación y persecución, es lo que los defensores del euskera  hoy llaman una lengua minorizada, y para entender la mentalidad de un típico euskaldun hay que tener en cuenta que pertenece a una cultura, una etnia o una comunidad lingüística que ha sido objeto de acoso. Ha tenido que escuchar muchas veces que su cultura, la vasca, vale menos que la española o la francesa. Que su lengua, el euskera, no es una lengua moderna, una lengua grande, una lengua de la que ser orgulloso. Que es una lengua de baserritarrak, "caseros" como se dice aquí, lo que en su carga emocional al menos es parecido a cuando se dice en otro país "una lengua de campesinos", algo que está pasado de moda, carente de valor, poco digno, no muy interesante y, sí, un poco ridículo. O algo que pertenece al pasado, no al futuro. Podría seguir pero ya me entienden. ¿Cómo asimila todo esto una persona de una cultura que es vista de esta manera por los de fuera? Pues hay diferentes maneras de asimilar esto, diferentes estrategias. Una estrategia es la de rechazo de lo propio, huida de la identidad heredada, vergüenza por su origen y su gente, disimulo, etc. etc. Todo esto se da incluso cuando no ha habido un elemento de persecución brutal a nivel de genocidio, masacres y guerras, y cuando lo ha habido, lógicamente tanto más. Pero luego están los espíritus valientes que aún así se resisten, se mantienen firmes en su propio fuero interior, saben o no olvidan quién son, no desean negarlo ni perderlo, no se venden, y que para fortalecer su determinación buscan argumentos que apoyen su postura de defensa orgullosa de su propia identidad cultural e histórica. Y para ello, lógicamente van a echar mano a todo lo que les sirve, y cómo no, sentirán que sirve este propósito que se autoafirmen en la idea de que "mi pueblo es especial", "mi raza es especial", "mi sangre es especial" y, por último, "hablo una lengua (o al menos mis antepasados hablaban una lengua) que es especial". Quieren considerarse especiales. Quieren poder decir: el euskera (el galés, el náhuat, el navajo, el quechua...) no es como cualquier lengua normal. Somos diferentes de todo eso. Y así, el deseo de ser "exótico" y "diferente" puede afectar al propio interesado dentro de una cultura acosada. Tiene su sentido.

Pero también tiene sus problemas esta postura. De acuerdo, es gratificante pensar que ellos nos pueden decir lo que querrán pero nosotros no somos como ellos, somos algo completametne diferente que ellos jamás comprenderán. Pero una crítica de esta postura es que tal vez no sea una visión tan autóctona de sí mismo como sus proponentes quieren creer. Por su naturaleza, nadie que esté completamente sintonizado con su propia cultura puede verse a sí mismo como exótico, diferente, especial; todos somo especiales, por supuesto, pero lo normal es que los franceses se vean a sí mismos como normales, los españoles también se ven normales, los ingleses por supuesto piensan que lo normal es lo inglés, y así sucesivamente; entonces lo normal es que un pipil se sienta normal como pipil, no especial como pipil. Entiendo la idea de darle la vuelta al signo y de insistir en que ser pipil (o ser X) no es un valor negativo sino positivo, de acuerdo; pero adoptar la percepción de fuera de que ser pipil es algo "no-normal" y alzar la bandera de la propia supuesta "no-normalidad" como si fuera un elemento de ser "más pipil" por pensar así me parece confuso. Entonces, cuando los vascos insisten que hablan una lengua que nadie puede aprender (mientras que ellos sí pueden aprender a hablar español, francés y lo que haga falta), porque el euskera es tan especial, diría que es la expresión de una fase de la autoconciencia étnica del vasco (euskaldun o no) que está a medio camino hacia la emancipación nomás. Porque para sentirse realmente vasco sólo hace falta ser vasco y sentirse normal como tal; no hace falta tener una lengua que nadie puede aprender, sino hablar con orgullo su lengua, y si alguien lo quiere aprender que lo aprenda, no por eso será menos suya.

También hay un problema práctico con la insistencia en que estas lenguas sean tan difíciles y diferentes, y es que esta idea desanima a los que hayan perdido la lengua o simplemente la quieran aprender; y así, no favorece la recuperación de la lengua. Si lo que pretendemos es que se recupere el náhuat, no hay que andar diciendo que el náhuat es difícil, sino todo lo contrario, que es alcanzable si te esfuerzas un poco (como otras lenguas lo son).

Y ahora que hemos examinado la cuestión desde la perspectiva de dentro, de la propia comunidad interesada, regresemos al punto de partida y los mitos divulgados por los que no están en la comunidad lingüística en el sentido de que tal lengua es imposible de aprender. Eso puede servir los intereses de los no hablantes de la lengua para justificar que no lo aprendan, como aprenderían el francés o el alemán (entre otros intereses), pero ¿sirve los intereses de la lengua vasca, náhuat etc. dejar circular esta falsa idea de que nuestra lengua es demasiado exótica para que se pueda aprender? En absoluto. Y esto es algo de que el movimiento de recuperación se irá dando cuenta poco a poco cuando madure. Los vascos que defienden el euskera, lejos de divulgar una imagen del euskera como "lengua imposible", lo que han hecho es todo lo contrario: han creado centros en cada pueblo de su territorio para que los adultos se puedan apuntar a clases y aprender euskera como lengua propia de Euskal Herria, indiferentemente de que sean personas de origen vasco o no. La lógica y la dinámica que se sigue incluso va más lejos: "vasco" significa euskaldun, y euskaldun es el o la que hable euskera, y queremos que todo el mundo lo hable y lo aprenda, se euskaldunice, para que seamos más, más fuertes y más vascos.


Canción de Korrika 2014. Se trata de una campaña anual a favor del aprendizaje del euskera. La consigna es NI ERE BAI (¡yo también!)

Y dicho esto, remonto aún más al principio de donde comencé esta reflexión, regresemos al sitio donde empecé con diez años, todo un aficionado de los idiomas pero que tenía una clasificación según la cual hay lenguas alcanzables que puedo aprender, y lenguas inalcanzables y muy difíciles. Creo que a un nivel subconsciente, hasta el día que empecé a estudiar náhuat, todavía tenía algo de ese esquema en mi cabeza, donde veía como muy exóticas y muy desafiantes las lenguas indígenas como materia de estudio, incluso tal vez para mí, un asiduo veterano del aprendizaje de idiomas. ¿Era verdad o no?

En un primer momento, sí era verdad, se puede decir, que el náhuat era difícil. Pero en ese mismo sentido, también era muy difícil el euskera para mí cuando empecé a aprenderlo. ¿En qué estribaba esa dificultad? En el hecho de que nadie más lo estudiaba, no era visto como algo normal aprenderlo, no había nadie para decirme por dónde empezar, no había suficientes materiales y muchas, muchas cosas no se explicaban completamente en los que existían, y sobre todo porque no había ningún camino hecho. Cuando empecé a estudiar euskera tuve que hacer parte del camino yo mismo porque no estaba claro todo. Posiblemente por eso acabé escribiendo mis propios libros: para compartir con otros el camino, una vez que lo había descubierto. El caso del náhuat era parecido pero más difícil aún. Y en esas condiciones, el náhuat sí era "difícil". Pero una vez que ese camino se abra, se marque y se señalice, yo creo que el náhuat deja de ser difícil y se vuelve tan fácil como el inglés o el español o el francés. Ya pierde su misterio, y se convierte en "una lengua normal".

¿Eso es bueno o malo? ¿Es lo que queremos o no? ¿Tal vez preferimos quedarnos atrás con la vieja idea de que la única manera de aprender náhuat es nacer hablándolo, o llevándolo en la sangre? Creo yo que esa posición ya no es la adecuada para una lengua que se lance al camino de la recuperación. Hay que cambiar de rollo. Mucho más cuando ya se ha llegado al punto de no retorno donde la transmisión está parada y hoy día no se puede aprender náhuat hablándolo. ¿Entonces qué, se acabó todo?

El náhuat es "especial" porque todas las lenguas son especiales. Pero por otra parte el náhuat es una lengua ordinaria como cualquier otra lengua: es una lengua normal. Y cuanto más normal, mejor. En lugar de enaltecer el náhuat como una lengua diferente de las demás, la cualidad que hay que desarrollar ahora como atributo del náhuat para impulsarlo hacia delante es el hecho de nuestra identificación con él como comunidad, reivindicándolo como la lengua propia de esta comunidad. Los vascos se euskaldunizaron, y aquí lo que hace falta es nahuatización. Hacer que el náhuat sea nuestro, haciéndonos nosotros del náhuat. Ser una comunidad viva, para que a través de esa comunidad, viva su lengua, su lengua propia: el náhuat, y decir: "Ni ere bai!" Naja nusan! (¡Yo también!)

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